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| Foto: Benjamín Pérez. | 
Que ¿cual ha sido mi Ave del Año 2011? Pues hay varias opciones: la única especie nueva que vi este año, que fue la 
serreta grande, que, a saber por qué, era una de esas que siempre se te escapan por mucho que hayas transitado sus dominios; el
 buitre leonado, al cual dediqué muchas jornadas de esfuerzo para tratar de reducir los problemas que le amenazan; el 
ruiseñor, que nos arrulló las noches en vela de los días más delicados; o, con la que finalmente me quedo como Ave del Año: el 
arrendajo que pude disfrutar durante una larga y mágica observación, en un robledal de otoño, durante sus andanzas de sembrador de bosques. Había observado más veces este trajín, pero nunca durante tanto tiempo; invisible yo a sus ojos con mi mejor cara de tronco, el pájaro iba y venía con una bellota nueva cada vez, enterrando su tesoro entre la hojarasca, procurando guardar para cuando no hay: despensas que la mala memoria convierte en nuevos retoños y al arrendajo en un plantabosques. Un plantabosques, pensé yo, que con su generosidad sonroja a la avaricia arboricida de los hombres...