jueves, 9 de diciembre de 2010

Un observatorio de aves en el balcón


Trabajando en las nuevas guías, estas tardes soleadas de otoño prefiero instalar el "gabinete" en el balcón de casa que da al oeste; imprescindible entonces tener a mano el telescopio y los prismáticos. En el herbazal del primer plano, pululan buitrones y fringílidos varios; y un cernícalo prospecta una y otra vez, detenido en el aire a 50 metros de distancia. En la arboleda contigua, mosquiteros, currucas capirotadas y cabecinegras, escribanos soteños, petirrojos y carboneros, y la alegre escuela de los gorriones comunes y molineros. Las urracas más atrás, asustando a las tórtolas turcas. Una de las águilas calzadas invernantes pasa lentamente, dibujando rápidos círculos apretados. Está el ratonero en la atalaya eléctrica que domina el vivar de los conejos. Y al caer la noche, anunciada antes por la subida de los colirrrojos tizones a su dormidero de la azotea y el griterío de mirlos en los huertos, clama un concierto de mochuelos y todavía pocos sapos parteros. Al fondo, en el roquedo, retumba la llamada del búho real.


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