lunes, 29 de julio de 2013

El camino a casa


Cuando vuelvo del marjal, mi área de campeo cotidiana, me gusta enfilar hacia casa por ese túnel vegetal de moreras, álamos y olmos, bordeado por una acequia de limos horadada de cangrejos. Entre croares de ranas, grillos de los matorrales y cigarras en las horas de calor. Con la flauta dulce del autillo, el monótono timbre del alacrán cebollero y la risa de los grillos en el crepúsculo. O mil cantos de pájaros de la mañana primera o de la tarde alta. Cobra vida propia cada hoja de los árboles al arrullo de la brisa, o, de un verde dorado, traspasadas de sol de estío. "Buena sombra da esta linde", me dice el pastor. Asiento. Y, muy dentro mío, sé cierto, aunque no se lo digo, que también da la vida.

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