No sé si he contado alguna vez que desde el molino viejo se ve el mundo. O, más bien, desde la sombra fresca y negra del gran olmo cuyas raíces son uno con las ruinas de sus cimientos. Cuando el sol aprieta, acoge al caminante como una madre, en lo profundo de su vientre. Y la inmersión inesperada en este retal de noche oscura, de tan escasos claros en la espesura de su copa, te convierte en un niño que mirara a su alrededor por debajo de la falda materna. Todo multiplicado en sus luces, volúmenes y color en contraste con el marco de honda negrura. Y uno siente entonces como si desde allí percibiera la primera imagen del mundo...
martes, 30 de julio de 2013
El molino viejo
No sé si he contado alguna vez que desde el molino viejo se ve el mundo. O, más bien, desde la sombra fresca y negra del gran olmo cuyas raíces son uno con las ruinas de sus cimientos. Cuando el sol aprieta, acoge al caminante como una madre, en lo profundo de su vientre. Y la inmersión inesperada en este retal de noche oscura, de tan escasos claros en la espesura de su copa, te convierte en un niño que mirara a su alrededor por debajo de la falda materna. Todo multiplicado en sus luces, volúmenes y color en contraste con el marco de honda negrura. Y uno siente entonces como si desde allí percibiera la primera imagen del mundo...
Posted by
Víctor J. Hernández