Foto: Creative Commons / Chuck Abbe.
Ayer tarde, cuando levantaron las nieblas espesas, apareció la pareja de águilas reales, viejas conocidas, a doscientos metros escasos de mi, sobre su posadero del pilón de separación de términos en lo alto de la divisoria de aguas, a 1300 metros de altitud, en el apartado rincón del Maestrazgo donde me encontraba. Nuestro reencuentro en este año que apenas estrenamos.
Ambos adultos aprovecharon el tiempo tomando el último y único sol del día, sacudiéndose, como yo mismo, el entumecimiento de la mañana húmeda. Despliegue completo de la secuencia de automantenimiento del plumaje y esos arrumacos mutuos, delicados, a que acostumbran las parejas de periquitos y que siempre sorprenden en las grandes aves de presa cazadoras. Pasaron, altos, los buitres sobre nosotros.