Resuenan las montañas, este diciembre que pinta ya las cumbres de blanco, con el eco de los testarazos mutuos, tremendos, con que los machos monteses intentan hacerse merecedores de la atención de las hembras. Y nosotros aprovechamos, para contemplarlas a placer sin ser detectados, estos momentos del apogeo del celo de nuestras cabras salvajes endémicas, cuando prestan menos atención a su entorno y se dejan acercar más.
Llevamos varios días por
Las montañas de la cabra montés (salida guiada nº 10).