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(Foto: David Merrett). |
Dejo los periódicos y salgo al balcón, a retomar contacto con la realidad. Y ahí está, escandalosa y pícara, en la higuera de verano, ahora pura miel, la urraca: mi pájaro favorito. Mil estorninos, adornadas sus plumas de reflejos de cielo azul y frondas verdes, ponen una segunda copa, ésta alada y políglota, a la misma higuera; que convoca multitudes de pelo, pluma y quitina con su regalo de azúcar y agua. Amanecen ya pequeños soles rojos en las tomateras, adoptan formas obscenas los pimientos, de los calabacines solo quedan restos tras la cosecha. Aquí y allá pican el suelo, confundidos con él, los gorriones comunes y molineros. Sobrevuela el campo, con su risa alegre, un bandito de jilgueros. En el herbazal, un gato agazapado. En el cielo, empolvado de cristales de arena saharianos, un trinar de abejarucos en paso que no cesa. Y un punto lejano que cae de lo alto, se desenvuelve al final de su picado inconcluso, cobrando la forma de un águila calzada...