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(Foto: Dick Daniels) |
Esta misma brisa de estío que vibra, luminosa y palpitante, en las hojas de los árboles, pone alas al impulso viajero de las aves migradoras. Pasan, estos días, millones de alas sobre nuestras cabezas; vocingleras o silentes multitudes aladas, organizadas o en solitario, avanzadillas de las diferentes tribus del más vasto pueblo viajero. Y esa misma inquietud brota y se afianza, haciéndonos volver la vista al cielo, en el observador de aves, en el espíritu libre, en el poeta no extraviado...