Anoche cambió el tiempo. Las cuatro y media vinieron como un susto, arrastradas por fuertes ráfagas de viento; golpeteo de ventanas, una maceta caída en la terraza, un aullido inquieto de perro lejano; carreras arriba y abajo cerrándolo todo... Y ya esta mañana el mundo había mudado de cara: la tierra, más firme, más cierta; el cielo, de un azul pensativo y redondo; y, en el aire, ese suspiro melancólico ya de septiembre...