Una rueda de buitres leonados ciclea, ingrávida, flotando sobre las térmicas que ascienden desde el fondo del valle. Sigo con los prismáticos al más cercano, admirado para siempre de su dominio del vuelo. Sin un solo batido de alas, la inmensa rapaz planeadora se pierde en lo alto, llevándose consigo el recuerdo imborrable de la primera observación de esta especie, a los ocho años, del niño que fui.