Y, a los pies del cortado rocoso, más allá de los nidos del águila real, cae sobre nosotros la tormenta de gritos de las chovas piquirrojas, amplificada por el eco del hondo desfiladero, inundándolo todo... ¿Sientes, como yo, ese escalofrío que, en respuesta, irradia desde dentro? Es como una voz que grita: ¡estamos vivos!