Hoy estreno cuaderno de campo, la herramienta más imprescindible del naturalista y, junto con el binocular, del observador de aves. La libreta de bolsillo donde recogemos pormenorizadamente, y siempre sobre el terreno y en directo, para que no se nos olvide nada, cada detalle de nuestras observaciones. Luego, ya en casa, o en el campamento, dedicaremos tiempo a ampliar las notas y a reflexionar sobre nuestros hallazgos, a tratar de resolver dudas y a formular nuevas preguntas, a pasar la información esencial más ampliada y detallada a nuestras bases de datos o "cuadernos de laboratorio", pero el cuaderno de campo siempre con nosotros y a llenar de anotaciones en el mismo instante de la observación.
Estreno, en concreto, un Cuaderno de Campo Tundra, de tapas duras para permitir la escritura y recubiertas de una capa aislante de la humedad y del polvo a los que va a estar constantemente expuesto. Y, como siempre busco en mis cuadernos, con las hojas en blanco, sin rayas, que para mí ponen límites a la creatividad, como unos barrotes que "encarcelaran" las palabras y cortasen los dibujos. Salgo a estrenarlo, a propósito, a mi área de campeo habitual, el Marjal de Almenara, donde estoy enfrascado en estas fechas realizando los censos de aves acuáticas nidificantes.