A veces, las esperas desde un punto de observación hasta que aparece el ave o aquel otro animal, como por ejemplo un lobo, un oso, un lince, que estamos tratando de avistar, se pueden hacer largas y pesadas, lo cual nos hace ir flaqueando en los ánimos, nos entra la modorra y se reduce nuestra atención, con lo que el "bicho" se nos puede escapar sin enterarnos de su paso... Para evitarlo, nada mejor que turnarnos con otro observador...