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(Foto: Didier Descouens) |
¡Qué capacidad, la de la oruga de la mariposa macaón, para convertirse en un tesoro ante los ojos de una niña de tres años! ¡Qué de risas, de alegría destellante en el brillo de los verdes ojos! De ganas de llevarse el tesoro a casa, de no querer apartarse de él, de impulso natural a darle un beso de despedida, sin esos prejuicios hacia los "bichos" que enturbian la inocencia de los ánimos ya domesticados.
Mi hija mayor y yo, paseando hoy por los caminos del otoño...