Ponen los estorninos, en las antenas, involuntarias veletas alegres con forma de cuervillos lustrosos y chirriantes, repartiendo, sin discriminación ni exclusión, por los tejados de los barrios altos y los barrios bajos, de las ciudades y de los pueblos, algo de la igualdad que aún no ha sabido -no ha querido- la ambición oscura de los hombres...