¿Por qué será que, salvo honrosas excepciones, quien se compra casi obsesivamente toda publicación que aparece sobre aves, termina dándote la impresión de que se limita prácticamente a poco más que a mirar las ilustraciones (o ni eso...)? ¿Será mala memoria sobre los contenidos? ¿O es que, tal vez, dedicar tanto tiempo a buscar, conseguir y ordenar tantos y tantos libros no deja mucho tiempo disponible para leer? ¿Y para salir a ver aves en lugar de que te lo cuenten, en diferido, los libros? ¿Dónde está el límite entre la búsqueda de la bibliografía necesaria y el mero coleccionismo?