De improviso, un claroscuro entre las sombras cobra forma felina en el campo del binocular. La mirada verde, la mota fina, las barbas blancas, los pinceles delicados rematando las orejas... Y ese movimiento elástico, suficiente, fantasmal... Un giro en torno a un chaparro, el olfateo de un rastro, la pisada blanda sobre el musgo verde del granito pardo, y, de nuevo, la enramada en sombras...