Y en la tarde soleada y cálida del estío, de horizontes perdidos en el infinito detenido de difusas vaguedades, soñamos los vagabundos con nuevos lugares, hondos, ideales ─reales sólo, quizá, desde la distancia o tan cerca como dentro de nosotros mismos─, donde llevan, por fin, los caminos tantas veces recorridos.