Sin lluvias aún tras el verano tórrido, anima el viento pardas tolvaneras de polvo: viejos fantasmas del desierto, encantados caballeros andantes de otros tiempos que giran sobre sí mismos, vagando sin consuelo por las rastrojeras y desamparados yermos, calcinados por el sol de estío; gimiendo ambiciones banales en lenguas olvidadas, para acabar desvaneciéndose tal como surgieron.