lunes, 26 de septiembre de 2011

Mañana de otoño temprano


Tranquilamente, prismáticos a mano, desde nuestro observatorio de aves en el balcón, voy entresacando de los cuadernos de campo las notas que necesito para completar una publicación. Y alrededor, bajo un limpio cielo azul, los estorninos en su higuera, hartándose de la última cosecha; la familia de urracas en animada persecución mutua; el bando mixto de gorriones comunes y molineros trajinando semillas en el herbazal; las currucas cabecinegras, carrasqueñas y capirotadas trasteando la maraña arbórea, donde reclama un cerrojillo; un cernícalo parado ahí mismo, cernido en lo alto, pica a por un saltamontes; un gato escarba un hoyo en el suelo y acomoda sus posaderas; suenan las campanas; el goteo que no cesa de golondrinas y aviones en migración; un gavilán, un águila calzada, un lagunero en paso también; distingo varias mariposas macaones de segunda generación; dos conejos brincan en la linde del huerto... Y el loco mundo de las prisas, de las ambiciones y las miserias humanas, tan ensimismado, tan ciego, tan lejos...
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