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(Foto: Des Irwin) |
¡Zaaaassss! Estampida de pájaros en el soto. Y, surgiendo del tumulto, horada la floresta, sin tocar la más mínima rama, la sombra de un diablo. Se pierde en lo impenetrable el gavilán pasajero. Ya albergan los campos esa casi imperceptible pero abundante población de gavilanes invernantes, con gran mayoría de juveniles, llegados de las áreas de cría ibéricas y, sobre todo, de la Europa fría. La linde del bosque, la arboleda en el llano, el soto de la quebrada, la chopera junto al pueblo, y aún el gran parque urbano, dan cobijo a estos solitarios cazadores de pajarillos, estos inteligentes especialistas de la emboscada.
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